Cada uno se baja de la bici como quiere. ¿O no?

No estoy muy motivado para escribir hoy. Os voy a contar lo que me pasó el Sábado. Y aviso, no vale reírse. ¬¬

Estaba lloviendo pero yo iba feliz con la bici por las calles de Bilbao. Entre coches, autobuses… empapado hasta los calzoncillos pero feliz. En esto que llega el momento para dejar la carretera y decido entrar cuesta abajo en una calle peatonal. Ha dejado de llover pero el suelo está muy mojado. Estoy llegando al final de la cuesta y decido frenar para girar a la derecha. La rueda de atrás patina, me caigo de lado y voy arrastrándome varios metros. ¡Hostia terrible! Como diría Antonio Recio en la serie «La que se avecina«.

Una chica grita desde la terraza del bar. ¡Aaaaaahhh! El camarero sale y me pregunta: ¿Estás bien chico? Y yo que me dolía todo el cuerpo, me pongo en pie, trato de disimular lo mejor que puedo y hago un gesto de OK con el pulgar. Sí, tranquilos, estoy bien. Y continuo el trayecto con el manillar doblado, la rueda de atrás echa un ocho y poniendo cara de «que soy de Bilbao la hostia, no pasa nada». Pero en mi interior, no sé si es mayor la vergüenza que siento o el dolor que tengo. ¡Jajaja! Venga, que levante la mano el que no se haya caído nunca en público y haya disimulado como si no pasase nada. 😛

Hoy me duele todo el cuerpo. Sobre todo la muñeca derecha y el culo. No tengo muchas ganas de escribir. Pero ya sabéis. Si salís en bici con la carretera mojada… ¡Be careful my friend! 😉